Cartografía Marítima. Colección de cartas y atlas. Siglos XIV-XVI
Zarpar de un puerto conocido, arrumbar y arribar a otro prefijado y entre tanto saber siempre dónde se está, aunque haya cambiado de rumbo, son los problemas básicos con que la navegación se enfrenta. Luego, seguir el camino más corto y seguro, en el menor tiempo posible, es algo más ambicioso y avanzado. Estas son las necesidades que las cartas de navegación tienen que satisfacer, más complejas que las de los mapas terrestres, y de consecuencias irremediables en caso de error.
Los medios técnicos, tanto en lo que se refiere a los barcos como a la navegación, permanecieron estancados durante siglos; pero hubo una etapa en que se produjeron multitud de avances de muchos tipos, cuyo conjunto dio lugar a un desarrollo extraordinario de la Náutica.
Algunos de los progresos citados afectaron a la construcción naval, como la invención del timón fijo al codaste, y la adopción de tipos nuevos de velamen, capaces de maniobrar contra el viento. Y además, se difundió el conocimiento de un fenómeno físico enigmático, el magnetismo. La aparición de la brújula hizo posible la navegación de altura, y para ello hubo que fabricar cartas, en las que se recogían distintos tramos de la costa, relacionándolos con los rumbos. El origen de las cartas portulanas es incierto, aunque debe situarse entre los siglos XII y XIII.
El portulano se dibujaba generalmente sobre un pergamino muy fino, empleando la piel entera de un cordero o ternero con el cuello del animal habitualmente hacia la izquierda. Ocasionalmente se empalmaban dos o más para formar mapas extensos o atlas.
Los portulanos se construían por rumbos de brújula y distancias a estima del “del ojo de buen marinero”. Solo representaban el litoral, con escasos detalles del interior y limitados a accidentes geográficos, ríos, montañas, poblaciones, que pudieran servir de referencia al navegante. La toponimia se rotulaba perpendicularmente a la línea de costa lo que facilitaba la lectura seguida girando el mapa. Los centros de producción de portulanos son conocidos y coinciden con los puertos más activos del Mediterráneo Occidental (Mallorca, Génova, Venecia, Barcelona, Valencia…).
Carta Pisana
El primer monumento cartográfico de los mapas náuticos portulanos es la carta Pisana. Su nombre es debido a la ciudad de procedencia del archivero que adquirió el pergamino en el año 1839, con destino a la Biblioteca Nacional de París, donde se conserva en la actualidad. Los especialistas, asignan a la carta un origen genovés y, aunque es anónima, su fecha se establece al final del siglo XIII. El mapa consigue gran exactitud de proporciones en el trazado de las costas e islas del Mar Mediterráneo. También aparecen las Islas Británicas que están dibujadas con cierta incorrección tanto en sus dimensiones como en la localización geográfica. Aunque no se aprecia en la edición facsimilar, la toponimia aparece escrita en negro y rojo.
Abraham Cresques, Atlás Catalán, Mallorca, 1375
Los expertos en cartas portulanas llegaron a sus más altas cimas con la dinastía de los Cresques, Abraham y su hijo Jafuda, que desarrollaron su obra y construyeron sus mapas en el último cuarto del siglo XIV. Así lo demuestra el conocido como Atlas Catalán de 1375 que es el más representativo de la Edad Media, y que pertenece a la escuela de cartografía de Mallorca. Este atlas, obra de Abraham Cresques, fue hecho por encargo de Pedro de Aragón, rey de Mallorca.
Abraham alternaba la confección de cartas del mundo conocido con la dirección de su taller, donde se fabricaba diferentes aparatos astronómicos y de navegación siendo un apasionado defensor de la esfericidad de la Tierra.
Este Atlas, conservado en la Biblioteca Nacional de París, es un pergamino de doce folios iluminados ricamente que cubren una superficie toral de 3200 x 250 mm. Las cuatro primeras tablas contienen interesantes textos de carácter geográfico y astronómico, calendarios perpetuos, etc. Las restantes ocho hojas componen el mapa y abarcan el mundo conocido hasta el momento. La gran extensión y escala del atlas hicieron necesario que el entramado de líneas de rumbos o “vientos” que cruzan en todas direcciones estuviera formado por cuatro circunferencias directrices, que constituyen la trama o urdimbre de referencia.
El límite norte del atlas es el Mar Báltico y la zona meridional de Noruega y Suecia. El límite sur se inicia en el África Sahariana y finaliza en las Indias orientales. Y por último de oeste a este avanzamos desde las Islas Canarias y Madeira hasta las islas orientales de la costa Asiática.
Europa aparece correctamente dibujada, tanto en su vertiente costera atlántica como en la mediterránea más conocida. La deformación aparece en las tierras meridionales de Noruega, Suecia y el Báltico. Junto a Irlanda aparece situada la legendaria e inexistente isla de San Barandán.
La austeridad de los paneles dedicados a Europa (a excepción del norte de África) contrasta con la lujosa ornamentación del resto del atlas, donde resalta el detallado conjunto de figuras. También es verdad que se conocía mucho mejor la geografía europea que la asiática y que la ornamentación cubría los espacios menos conocidos.
La influencia de los viajes de Marco Polo es notable, el atlas recoge información del manuscrito que circulaba por Europa occidental y que fue un acicate para la expansión hacia Extremo Oriente a través de las nuevas rutas comerciales. Por primera vez se representa la forma peninsular de la India, aunque la ista Trapobana (actual Ceilán, que los tártaros llamaron “Gran Caulij” con su típico elefante) mantiene la deformación de los mapas de Eratóstenes y Estrabón (los mapas de Ptolomeo no sufren este error pero equivocan las dimensiones dándole un tamaño excesivo).
En Asia Central y en China se reflejan las aventuras de los exploradores y viajeros, se incluyen las divisiones del Imperio Mongol y numerosos lagos, ríos y ciudades hasta entonces desconocidos en Occidente. Se unen descubrimiento científico y leyenda, junto a las divisiones regionales del espacio mongol, correctamente situadas, aparece la mítica figura del anticristo de Cambaluc (Pekín), la sede del Gran Kan, recogida del relato de los hermanos Polo.
En el resto de los mapas de la época solo pueden encontrase o bien las demarcaciones clásicas de Ptolomeo, o los lugares inspirados en la Biblia, como la tierra de Gog y Magog. No hay en Europa, hasta la aparición de los mapamundi del siglo XVI, una mejor descripción de Asia.
Portulano de Mateo Prunes, 1563
Una de las principales diferencias entre las cartas de la Escuela Mallorquina y los mapamundi medievales es la base científica de las primeras frente al componente teológico y religioso de los segundos. Como ya hemos mencionado la técnica de construcción de las cartas portulanas se fundamenta en el cálculo de rumbos y distancias entre los puertos; nacen de la experiencia y están dedicadas a la práctica de la navegación. La base científica de la carta portulana es lo que más las distingue de un mapamundi medieval, con predominio estos últimos de componentes teológicos y religiosos.
A lo largo del siglo XVI, Mallorca dejó de ser el centro de esta escuela de cartografía y los cartógrafos que trabajaban en la isla se establecieron en otros puertos del Mediterráneo. Las principales ciudades donde se establecieron fueron: Palma de Mallorca, Mesina, Nápoles a lo largo del siglo XVI, ampliándose más tarde a Marsella y Livorno.
La familia Prunes permaneció en la isla de Mallorca y los Olives emigraron a las ciudades del sur de Italia donde cambiaron su apellido y empezaron a llamarse Oliva, como aparece en su cartografía.
Atlas Joan Riczo Oliva, Nápoles,1580
Después de abandonar Mallorca en busca de otros puertos mediterráneos de mayor importancia marítima, el taller Olives se movió entre Marsella, Nápoles y Messina.
El Atlas de Joan Riczo Oliva* (emparentado con el tronco de los Oliva) tiene 17 mapas de 30 x 44 cm. La extensión geográfica que abarca este atlas comienza en el archipiélago Egeo o Mediterráneo oriental, pasa al occidental y después al central, intercala un mapamundi, sigue por Turquía, Grecia y Mar Negro.
Dos mapas del Atlántico dan paso a los americanos. A juzgar por la abundancia de rosas de los vientos y el despliegue cromático, así como por la rotulación (verde y oro en los regionales), se le puede considerar un ejemplo de lujo. Llaman la atención los ríos de exageradas dimensiones, en azul y plata. También se pueden apreciar algunas de las características que definen la Escuela Mallorquina como es la bandera con las barras de Aragón cubriendo la isla de Mallorca.
Este atlas está encuadernado con dos hojas posteriores de Maiolo Visconte, del año 1588, que cubren todo el Mediterráneo, pero no el Mar Negro y dejando aparte cenefas y rosas de los vientos, no tiene más decoración que el colorido de las islas. El autor ha tenido la precaución de disponer las rosas de los vientos en puntos de intersección de la circunferencia directriz sobre lugares de la carta vacíos o poco congestionados de toponimia. No hay ningún rótulo regional.
Carta de Joan Martines, 1586
El cosmógrafo Joan Martines* trabajó en la ciudad italiana de Messina durante más de treinta años, realizando una extensa obra cartográfica. Por sus trabajos datados y firmados con su inconfundible letra gótica y las características muy personales de sus obras, suponemos que es de ascendencia hispánica, posiblemente mallorquina, valenciana o catalana y con toda probabilidad de padres judíos conversos dedicados a la producción de cartas de marear e instrumentos de navegación y que, con anterioridad a la numerosa familia de cartógrafos Oliva, se trasladaron a Messina al decaer el comercio en los puertos del Levante español y surgir el de Messina como el más importante en las rutas del Mediterráneo a principios del siglo XVI.
La carta náutica, facsímil de la original que se conserva en la Biblioteca Apostólica Vaticana, realizada en color sobre pergamino de 37 x 63 cm. representa el Mediterráneo, la costa atlántica de África septentrional, Europa occidental, las Islas Británicas, Azores, Canarias y Madeira. En el cuello del pergamino, la Virgen con el niño en brazos y la firma del autor “Joan Martines en Messina añy 1586”
Atlas Joan Martines, 1587
La obra más bella y completa que realizó Joan Martines es, sin duda, la que se conserva en perfecto estado en la Biblioteca Nacional de Madrid. La dirección general de Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Educación, editó en 1973 un facsímil de este códice de 1587 que ha contribuido a dar a conocer y valorar a su autor. Posteriormente se editó en 2000 otro facsímil a cargo de Ediciones Grial. No hay duda de que este atlas fue realizado por un encargo para el rey Felipe II cuando se estaba preparando la expedición contra Inglaterra por la Armada Invencible. Son 19 los mapas que contiene: dos mapasmundi, seis cartas náuticas y once mapas.
Al conocer Felipe II el Atlas descrito nombra a Joan Martines Cosmógrafo Real, pasando éste al servicio de la Corona de España en Nápoles.
Carta de Joan Martines, 1570
El Atlas de Joan Martines, datado en Messina en 1570, no aparecía catalogado en ninguna de las relaciones de obras que de este autor se conocían. Este pequeño códice está compuesto por cinco hojas de pergamino de 295 x 392 mm, dobladas cada una por la mitad y pegadas versos con verso para formar un libro que mide cerrado 300 x 205 mm, encuadernado en piel color avellana tostada repujada con motivos decorativos. Su estado de conservación es perfecto y solamente la plata de algunos adornos está algo oxidada.
Cada hoja va enmarcada por un recuadro color rojo sangre de unos cuatro milímetros de ancho. La primera hoja contiene un mapamundi, en la segunda se representa principalmente la costa atlántica africana, desde Espartel hasta Cabo Verde; las tres restantes son el despiece del llamado “portulano normal”, que comprende las cuencas del Mediterráneo y el Mar Negro, así como la costa atlántica europea desde Gibraltar hasta Jutlandia.
Salvo la primera hoja, las otras cuatro presentan la misma estructura; el centro de cada circunferencia directriz de 16 nudos de vientos de 282 mm de diámetro. En cada uno de esos nudos hay 32 vientos o rumbos, si bien faltan en alguno los vientos tangentes a la corona, quedando reducidos a 30.
La hoja primera comprende un mapamundi, representando cada hemisferio en un círculo de 170 mm de diámetro, en el que figuran los paralelos y los meridianos de 15º en 15º, además de los trópicos y de los círculos polares. Los paralelos son rectas equidistantes del ecuador y los meridianos arcos de circunferencia que dividen al ecuador en partes iguales. Esta proyección fue muy empleada en todo el siglo XVI y aún más adelante, siendo de los primeros en hacer uso de ella. El meridiano origen de las longitudes y que limita ambos hemisferios parece ser el de Lanzarote. Ocho soplones iluminados rodean al mapa, es gran mérito de Joan Martines el incluir en sus mapas, desde el año 1562, el estrecho de Anián para separar América de Asia cuando los mejores cartógrafos de la época seguían representando el nuevo mundo como un apéndice asiático.
Atlas de Diego Homen, 1561
Con el éxodo a otros puertos mediterráneos, como Mesina o Nápoles empezó el periodo de la decadencia científica de los mapas portulanos que se prolongó durante los siglos XV y XVI. Las nuevas ciudades en las que establecieron los talleres de producción cartográfica no tienen acceso a la información de primera mano que se producía en los centros científicos y descubridores de Europa, como eran Sevilla, Lisboa y Ámsterdam. Y eso se percibe en que añaden poca información a sus obras, y no incorporan, en la mayoría de los casos, los recientes descubrimientos geográficos. Sustituyen la escasez de información por la abundancia de ornamentación, producto de la época en que fabricaron sus obras. Con excepciones importantes como el atlas portulano de Joan Martines, del que ya hemos hablado que incluye datos geográficos que desconocen los mejores cartógrafos de la época, un ejemplo de ello es el estrecho de Anián.
La perfección en el trazado de las costas desapareció y las cartas se sobrecargaron de ornamentos en detrimento de su utilidad práctica y científica. Los cartógrafos y marinos fueron dejando paso a copistas y miniaturistas esta tarea, pero a pesar de ello, la producción se mantuvo, se conservan muchos mapas y muy vistosos, sobre todo los de la escuela Siciliana de Olives y Homen.
El Atlas de Diego Homen* fue elaborado en el exilio veneciano en 1561 y forma parte de una copiosa serie repartida por los archivos del mundo. Este ejemplar contiene 7 cartas y una doble hoja dedicada a un calendario astronómico de tamaño 460 580 mm. Detalla el ámbito mediterráneo en sectores ordenados de poniente a levante, conservando una misma escala (aprox 1: 4.050.000) excepto en el caso del Mar Adriático y Creta – Mar Jónico.
Posee una decoración exagerada en la que coexisten flecos, banderas, confalones y gallardetes, además de escudos y rosas de los vientos muy características del estilo manuelino más portugués. El ripieno (relleno) incluye cordilleras en perspectiva caballera y viñetas de ciudades, absolutamente diferentes de todo lo que vemos en otros cartógrafos. El perímetro litoral, aunque exagerado, puede calificarse de serio y la rotulación es de las más sistemáticas y ordenadas.
Atlas de Iván Ortis
Este atlas “fue adquirido por el antiguo depósito de la Guerra en 1901 a los herederos de Don Manuel Rico y Sinobas, quien lo había adquirido en 1884. Su autor, el valenciano Ivan Ortis compiló un atlas con cartas de distinta procedencia, un despiece de un portulano clásico, junto con una carta que abarca mayores extensiones. En cuanto a los elementos decorativos del atlas, las montañas no demuestran relación alguna con la escuela mallorquina o catalana, sino más bien el estilo paisajista de las cartas portuguesas del siglo XVI, mientras que las efigies reales y las panorámicas ciudadanas, tanto podrían recordar el estilo mallorquín como el italiano”.
El descubrimiento de América
Quizá el hecho más importante de todos los que influyeron en el resurgimiento de la Ingeniería Cartográfica fue el de los grandes descubrimientos. Una serie de inventos que afectaron a la construcción naval, como el karak flamenco y la carabela portuguesa, y los tipos nuevos de velamen, hicieron posible esta época de tan grande trascendencia histórica.
Otros hechos que marcaron hondamente el renacimiento de la Cartografía en el siglo XV fue el hallazgo de la “Geographia” de Ptolomeo. Aunque es cierto que nunca estuvo su obra enteramente perdida porque la conservaron los árabes, y por medio de ellos se introdujo en la Edad Media. Los humanistas italianos hicieron un gran esfuerzo por recuperar el saber de griegos y romanos y, en el último cuarto del siglo XV, se publicaron muchas ediciones impresas gracias a la invención de la imprenta y el grabado.
Los primeros descubrimientos importantes fueron llevados a cabo por los portugueses a lo largo de la costa occidental de África; y los nuevos territorios se iban plasmando en mapas de tipo portulano, también aparecen estos territorios en el globo terráqueo construido por Martín Veían, de Nuremberg, en 1492. En este mismo año Colón llegó a unas islas situadas a 70º al oeste de España, y en sucesivos años hubo nuevos descubrimientos al sur y al norte del nuevo continente, gracias a los hermanos Pinzón, al portugués Cabral, Sebastián Caboto, etc. En menos de 25 años cambió la concepción geográfica del mundo conocido de los europeos, que se ensanchó de una manera sorprendente.
Una consecuencia del comercio con el Nuevo Mundo fue la creación en 1503 de la Casa de Contratación, oficialmente la Casa y Audiencia de Indias en Sevilla, relegando a un segundo plano a los demás puertos españoles, en especial los de la costa mediterránea.
La Casa de Contratación se creó como un centro monopolizador del comercio y relación con las Indias. Literalmente, su Cédula de creación ordenaba “crear una casa de contratación y negociación de las Indias y de Canarias y de las otras islas que se avían descubierto y se descubriesen a la cual se avían de traer todas las mercaderías”.
Las cartas manuscritas que han llegado hasta nosotros y de las que todos los estudiosos coinciden en señalar como procedentes de la Casa de Contratación se recogen a continuación.
Carta de Juan de la Cosa, 1500
Es el primer mapa del Nuevo Mundo. La carta mereció tan poco interés por quienes debieron custodiarla que desapareció o fue robada en Sevilla y nadie en España se preocupó por su suerte hasta que en 1853 murió su último poseedor particular, el Barón de Walckenaer, ministro plenipotenciario de Holanda en París y sus bienes rematados en subasta pública. Un erudito español amigo de Walckenaer, don Ramón de la Sagra, consiguió tras arduos esfuerzos interesar al Ministerio de Marina español en el asunto y pujando contra ingleses, rusos y un representante de la Biblioteca Imperial de París, consiguió el documento en 4.321 francos y lo retornó a España, depositándolo en el Museo Naval de Madrid donde hoy se encuentra. Su autor, ilustre marino santoñés, armador, capitán y propietario de la nave Marigalante, proyectada para la ruta de Flandes y que fue rebautizada como Santa María, encontrándose a la sazón en Niebla fue contratado y acompañó a Colón en su primer viaje como Maestre en su propio barco. También fue en el segundo, encargándose expresamente de la cartografía de los mares y tierras descubiertos. Vuelto a América y tras intervenir en diversas expediciones (tres de ellas en la costa septentrional de América del Sur con Ojeda y Vespucci), en su séptimo viaje murió luchando con indios hostiles en tierras del Golfo de Urab, en 1509. Como es natural entre nosotros, allegó poca fortuna y poco agradecimiento por sus servicios. El cronista Fray Pedro Simón escribe que al morir llevaba en el cuerpo más de veinte heridas de flechas envenenadas. López de Gomara afirma, en contra de otros autores, que “el cadáver del piloto fue comido por los indios”.
La carta de Juan de la Cosa es un portulano de dos directrices dibujado sobre dos vitelas empalmadas que representan con gran fidelidad y detalle la costa del Mar del Caribe, Las Antillas, línea de Ecuador y Trópico de Cáncer. La imagen de San Cristobalón (llamado Offerus según la tradición) portando a Cristo relaciona el mapa con el deseo de evangelización del continente. El dibujo de San Cristóbal cubre la región desconocida donde pronto comenzó la búsqueda de un paso hacia el Cathay. En la parte estrecha del final del documento, debajo de San Cristóbal, está la firma de Juan de la Cosa y la fecha de 1500. Esta carta responde al estilo de la Escuela Mallorquina, una muestra de ello es la ornamentación.
La escala para el Nuevo Mundo es diferente a la del Viejo Mundo, América es excesivamente grande, y con información parcial y mal distribuida, lo cual contrasta con la información del resto del mapa.
La forma de anzuelo de la isla de Cuba se convirtió en el distintivo de la carta de Juan de la Cosa. Incluye también detalles de la costa nordeste de América del Sur. De la Cosa debió inspirarse en un mapa de los Caboto porque presenta lugares con bandera británica y una leyenda dice: Mar descubierto por ingleses”, y próximo al cabo Bretón existe una líneas de costa con nombres de lugares que en esa época solamente se podían conocer a través de la expedición de los Caboto. A diferencia de las cartas anteriores África sigue la alineación norte-sur, más próxima a su disposición real. Es curioso que el mapamundi de Henricus Martellus de 1527, mantenga la inclinación hacia el oeste de África, a pesar de ser posterior a la carta de Juan de la Cosa.
Mapamundi de Juan Vespucci. Sevilla, 1526
Este gran manuscrito planisférico de Juan Vespucci*, Sevilla 1526, es el primer registro cartográfico sobre la explotación en América del Norte, tras la fijación de lo hallado por Caboto en la carta de Juan de la Cosa. Este importante mapa proporciona los primeros detalles documentados de la explotación al norte de Florida.
Juan Vespucci, sobrino de Amérigo Vespucci, había realizado varios viajes a las aguas americanas. Tras la muerte de Amérigo en Sevilla en 1512, Juan, que había heredado los famosos mapas, cartas e instrumentos náuticos de su tío, fue nombrado su sucesor como piloto oficial en Sevilla. Juan adquirió muy pronto la importancia de su tío como cartógrafo en las actividades españolas en Ultramar. Era miembro de la comisión de Badajoz-Elvas, de 1524, para tratar de mejorar las cartas existentes con objeto de resolver las reclamaciones de españoles y portugueses sobre Las Malucas. El mismo año en que realizó este mapa fue nombrado examinador de pilotos, en lugar de Sebastián Caboto que estaba dirigiendo una expedición a Brasil.
Este mapa está considerado como una copia o borrador del mapa oficial español conservado en Sevilla, llamado inicialmente “padrón real” y, más tarde, “padrón general”. El Padrón Real era un mapamundi conservado, actualizado y confeccionado con la técnica más avanzada del momento constituyendo el documento cartográfico fundamental de la Casa de Contratación. En él se incluían las correcciones e informaciones de los nuevos descubrimientos, tal como eran relatados bajo juramento por los pilotos a su regreso.
Puede considerarse primer Padrón de la Carta de Juan de la Cosa de 1500. El padrón empezó a reglamentarse en 1508, siendo Piloto Mayor Américo Vespucio, y después de sucesivas enmiendas adquirió su formato más extenso: comprensivo de seis padrones o cuarterones parciales según instrucción de 1596.
El planisferio de Juan Vespucci tiene abundante decoración y los barcos que decoran este tipo de cartas aparecen dentro del continente americano y no en el mar. El interior de África aparece lleno de animales, ciudades representativas y montañas. En el continente asiático, aunque no aparecen animales, está lleno de cadenas montañosas y tiendas de reyes, como en la carta de Juan de la Cosa. La carta tiene dos circunferencias directrices que tienen sus centros en dos rosas de los vientos, colocadas encima del Ecuador, no en el centro de la línea como era habitual; una está en la Nueva España y la otra en África central.
Carta Universal de Diego Ribero, 1529
Diego Ribero*, cartógrafo portugués que vivía en Sevilla al servicio de Carlos I, es el autor de este importante y célebre mapa y de una copia del padrón general oficial español. Fue sucesor de Sebastián Caboto como Piloto Mayor; puesto para el que estaba muy cualificado, ya que había navegado hasta la India con Vasco de Gama y Alburquerque.
La ampliación de las atribuciones y actividad de la Casa de Contratación se fue produciendo paulatinamente. En 1508 se creó el cargo de Piloto Mayor, que recayó sobre Amérigo Vespucci; después el de Cosmógrafo en 1523, siendo el primero Diego Ribero y, por fin, el de Catedrático de Cosmografía en 1552, siéndolo Jerónimo de Chaves. Realmente en un principio el Piloto Mayor acumulaba toda la actividad científica y ejecutiva del Centro. Posteriormente, el desarrollo del mismo, le obligó a detraer y delegar funciones en los nuevos cargos mencionados.
A Ribero le correspondía, como Piloto Mayor, la preparación e instrucción de todos los pilotos españoles que pretendiesen hacer toda la ruta de Indias. Examinaba a los pilotos cuando regresaban, e incorporaba al mapa patrón los últimos descubrimientos, correcciones y desviaciones que le aportaban. Ribero fue, por ejemplo, el que incluyó la importante información recibida de los supervivientes del viaje de circunvalación de Magallanes.
En la carta aparecen árboles y animales excelentemente dibujados, plantas exóticas de especies desconocidas en Europa y preciosos barcos y rosas de los vientos. La combinación de lo artístico y lo científico se subraya mediante dibujos minuciosos del astrolabio y del cuadrante, en la parte inferior derecha e izquierda, y la elaborada declinación a escala del oeste de América. Diego Ribero fue el primero que utilizó en sus mapas este tipo de decoración científica, sustituyendo los temas religiosos tradicionales.
En la línea inferior de la Carta se aprecian dos banderas, una de Portugal y la otra de España, a ambos lados de la línea de demarcación, situadas en el polo antártico cada una mirando su respectivo territorio. También a ambos lados del astrolabio está no solo la bandera de Castilla sino también la de Portugal, que miran hacia su zona de influencia.
Suma de Cosmografía de Pedro de medina, 1552
Manuscrito de Pedro de Medina. Pergamino en colores inserto en él. La línea de demarcación en el doblez del pergamino incluye una parte muy pequeña del Brasil, en contra de las cartas. Al lado de la línea de demarcación hay una escala de latitudes desde los 90º S, hasta los 90º N, dividida de 5º en 5º. Están dibujados los trópicos, el Ecuador y los círculos polares. En los dos ángulos inferiores dos troncos de leguas.
La carta está estructurada sobre una rosa central, colocada en el Ecuador a la altura del río Orinoco y varias rosas de los vientos que forman un círculo alrededor. Diversos galeones decoran los espacios en blanco ocupados por los océanos.
Mapamundi de Peter Apianus, 1524
Simultáneamente a la plasmación gráfica de las nuevas tierras en Europa, aparecieron las llamadas cosmografías. Se trata de libros que agrupaban conocimientos astronómicos, de historia, de ciencias, ilustrados y con mapas. Una de las primeras y más populares fue la del matemático y astrónomo reelaborador de la proyección de Hiparco, Peter Apianuus, publicada en 1524 y que reproduce un mapamundi barroco en forma de escudo truncado.
La Cartografía de Ptolomeo
Claudius Ptolomeo, astrónomo y matemático griego, que vivió en Alejandría entre los años 90 y 168 d.J. C tuvo el extraordinario mérito de haber sentado los principios básicos de la cartografía científica y haber iniciado la realización de los primeros mapas de este tipo, desarrollando las proyecciones más convenientes para representar la esfera sobre un plano.
Su obra más celebrada, la “Geographia”, está dividida en ocho libros, en el primero establece la mejor manera de determinar la posición de los lugares por medio de la observación astronómica y de los itinerarios de los viajeros y también cómo proyectar la superficie esférica de la Tierra sobre un plano. Los siguientes seis libros contienen una breve descripción de países, regiones y ciudades con sus correspondientes coordinadas geográficas. El último libro sirve para pasar revista a 26 mapas regionales. Esta obra recoge en total las posiciones de más de 8000 lugares.
Para elaborar su propia cartografía revisó, entre otros, los trabajos de Marino de Tiro, matemático y geógrafo, al que solo se le conoce por la influencia que tuvo en ellos. Se puede decir que la obra de Ptolomeo representa el compedio de toda la cartografía griega.
La cartografía de Ptolomeo ha llegado hasta nosotros gracias a una serie de manuscritos de la última etapa del Imperio bizantino. Los expertos discuten si los mapas de los códices bizantinos son originales de Ptolomeo o son copias y cuál es su exacta cronología. No está claro que el sabio geógrafo dibujara los mapas que se le atribuyen, dado que no se conserva ningún manuscrito anterior al siglo XII. Se dice que el mapa del mundo fue realizado por Agatodemón de Alejandría, coetáneo de Ptolomeo.
El monje bizantino, Máximos Planudes, coleccionista medieval que vivió entre 1260 y 1310, tras afanosa búsqueda logró descubrir un manuscrito de Ptolomeo, conservado hoy en la Biblioteca Vaticana. Según las referencias de este monje dicho manuscrito no contenía mapas, razón por la cual él dibujó un conjunto de cartas, siguiendo las instrucciones de Ptolomeo. A través de sus indicaciones fue fácil hacerlo, y así se hicieron sucesivas ediciones de su obra, perfeccionándose paulatinamente con la corrección de sus datos y la aportación de otros nuevos.
Su influencia en el siglo XV tuvo un doble papel. Positivamente introdujo las bases de la cartografía moderna, recuperando la cultura griega, pero jugó un papel regresivo respecto del cálculo de las dimensiones terrestres, considerándolas muy inferiores a las reales. Ptolomeo no se apoyó en los cálculos correctos de Eratóstenes (272-200 a.d.C), astrónomo y matemático que fue director de la biblioteca de Alejandría. Este error influyó decisivamente en la teoría colombina de alcanzar las tierras del Gran Khan, o emperador de China, navegando hacia el oeste, dando lugar, paradójicamente, al descubrimiento de América.
Andreas Walsperger, 1448
La influencia de la obra de Ptolomeo aparece ya de manera ostensible en los mapas del mundo del siglo XV, como el de Andreas Walsperger de 1448. Facsímil del original de la Biblioteca Vaticana de Roma. La voluntad del autor fue representar el mundo utilizando “las divisiones por climas”, las latitudes y longitudes ptolemaicas y las aportaciones de las cartas de navegación.
Está orientado al sur. Mediante una diversificación de colores, rojo y negro, se discriminan las ciudades de creencia cristiana o infiel. En los confines de Asia se recogen datos descriptivos procedentes de los relatos de viajeros y navegantes que comerciaban con especias. El castillo feudal representa el Paraíso terrenal en Oriente donde surgen los cuatro ríos Pisón, Tigris, Eufrates y Ghicon. Jerusalén se encuentra en el centro del orbe, por encima de él destaca el mar Rojo, y entre los ríos del África inexplorada, es conocido sobre todo el Nilo, que nace en los montes de la Luna.
Cosmografía de Claudio Ptolomeo. Códice Latino s.XV
El códice original del atlas de Ptolomeo* que formaba parte de la biblioteca de Alfonso el Magnánimo en Nápoles, pasó posteriormente a manos de Fernando de Aragón, duque de Calabria, quien lo legó al Monasterio de San Miguel de los Reyes, en Valencia, de donde, al producirse la desamortización de Mendizábal, fue trasladado a su lugar actual, la Biblioteca Universitaria de Valencia.
Contiene 27 mapas, un mapamundi y 26 regionales (10 de Europa, 4 de África y 12 de Asia). El mapa, del mundo conocido en la época de Ptolomeo, está trazado según la proyección cónica descrita por este, y los mapas regionales según una proyección trapezoidal. J. Fischer afirma que el autor de este mapa es Donnus Nicolaus Germanus.
Este códice ocupa un lugar intermedio entre el códice de la Biblioteca Nacional de Nápoles y el códice ebneriano de la New York Public Libary. Falta la representación del zodiaco, pero contiene la indicación de los diferentes mapas.
El color de las tierras es blanco y el de los mares azul oscuro. Las montañas amarillo oscuro con rayas oscuras y los bosques verdes. No se han diferenciado las ciudades de posición astronómicamente.
El códice de Valencia es el más antiguo de los manuscritos que presentan los mapas de Ptolomeo, con la llamada proyección Donnis. Un facsímil de este original se conserva en la Fundación Giménez Lorente.
Mapamundi de Martín Waldseemüller. Estrasburgo, 1507.
A medida que iban llegando las noticias de los descubrimientos geográficos del siglo XV y con el fin de actualizar y corregir y poner al día los mapas de Ptolomeo, se hicieron unos mapas que solían ir al final de los mapas originales y se llamaban “tabulae novellae”. Además de las copias manuscritas, numerosísimas, debemos contabilizar las siete ediciones de la Geographia de Ptolomeo que fueron hechas desde 1475 hasta 1490*.
Después de un lapso de 17 años apareció en Roma, en 1508, otra edición con un doble mapa de forma cuneiforme de Johann Ruysch. Desde 1508 hasta 1548 hubo 17 ediciones en las que se fueron incorporando más “tabulae novellae”, realizadas por famosos cartógrafos italianos y centroeuropeos. La edición de Estrasburgo contenía 20 mapas nuevos que estaban hechos por Waldseemüller y que fue el que organizó los mapas más importantes publicados en Europa durante las primeras décadas de los grandes descubrimientos.
El enorme mapamundi de 1507 fue la primera versión impresa de una serie llamada por los eruditos modernos, el grupo Lusitano-Germánico. El mapa de Waldseemüller ofrece por primera vez un concepto de máxima importancia, el hecho, cartográficamente establecido, de la separación de América del Norte de Asia, que no aparece en la mayoría de mapas posteriores.
El nuevo mundo presenta una línea de costa por el Oeste, lo que demuestra por primera vez la existencia de otro mar, el actual mar Pacífico que separa América de Asia, dejando a Japón entre ambos. Por otro lado aparece cartografiado el supuesto estrecho centroamericano que separa América del Norte de América del Sur y conecta los dos océanos, aunque en la parte superior del mapa hay una pequeña reproducción de América en la que no aparece el supuesto estrecho. El objetivo más importante del último viaje de Colón fue buscar este estrecho, con el fin de encontrar el paso por mar hacia las Indias.
Es importante decir que en este mapa se recoge por primera vez, en un mapa fechado, el nombre de “América” sobre el continente del Sur. El prestigio de Waldseemüller puso nombre al Nuevo Mundo en honor, no del nombre que lo había descubierto, sino de otro viajero, Amerigo Vespucci. En un folleto que acompañaba al mapa decía su autor: “No veo que se puede oponer a llamarle Americia, es decir tierra de Américo, su descubridor, hombre de inteligencia bien despierta…o América, ya que tanto Europa o Asia tienen nombres derivados de otros de mujeres”. Sin embargo, el nombre de América no fue utilizado hasta que Apiano y Mercator llamaron así a la parte septentrional del nuevo continente.
Terre Nove de Martin Waldseemüller. Estrasburgo, 1513
En 1513,Waldseemüller publicó la edición de la Geografía de Ptolomeo más importante del siglo XVI. Esa edición incluía Terre Nove* y otros 19 mapas “modernos”. Para entonces Waldseemüller ya se había percatado de su tremenda injusticia, cuando denominó toda la zona descubieta en honor de Amerigo Vespucci, pasando por alto el nombre de Cristóbal Colón.
En el mapa Terre Nove ya no aparece la palabra “América” y además añadió un comentario de dos líneas debajo del Ecuador en el que indica que Colón fue su auténtico descubridor, navegando en nombre de rey de España. En la introducción del volumen Waldseemüller, identifica al “almirante” como la fuente de información directa para la elaboración de su mapa del Nuevo Mundo. Ningún otro capitán durante esa época fue conocido por ese título. Por ello Terre Nove, con la información proporcionada por Colón, es comúnmente conocida como “La carta del Almirante”.