ESCUELA ESPAÑOLA
Los conocidos mapas de las diócesis de Valencia y Sogorb, pese a que datan de la segunda mitad del setecientos, corresponden plenamente a la cartografía barroca tanto en técnica como en su estilo. El mapa del Arzobispado de Valencia, grabado en 1716 fue en principio atribuido a José Joaquín Castelló pero, aunque no se descarte que de algún modo tomase parte en su autoría, lo único cierto es que fue perfeccionado por Tomás Vilanova y grabado por Hipòlit Ricarte. La carta, de 59 por 49 cm, es de gran elegancia y barroquismo, rica en imágenes, escudos y ornamentos, e incluye el enclave de Vilafermosa (Alt Mijares) que perteneciera a la diócesis valentina hasta los años 1960, y asimismo consta la hipotética demarcación del proyecto de creación de un obispado con centro en la ciudad de Xàtiva, por entonces aspirante a erigirse en sede episcopal.
Los mapas generales del antiguo Reino de mayor enjundia datan de la segunda mitad de la centuria. Existe unanimidad a la hora de establecer en la obra de Tomás López de Vargas Machuca el inicio de la modernidad en la cartografía española, un nuevo paso hacia la topografía contemporánea, aunque a la vez hay consenso en criticar sus limitaciones. Su figura aparece unida, y contrapuesta, a la del famoso matemático Jorge Juan i Santacilia, nacido en Novelda, por cuyo consejo Tomás López fue becado por el marqués de la Ensenada para aprender en París las innovaciones técnicas en materia de cartografía. En tanto, Jorge Juan concebía un vanguardista proyecto para abarcar la península con una red geodésica con el objetivo de confeccionar una carta de España a partir de cuidadas mediciones. Sin embargo, destituído del gobierno, su valedor marqués de la Ensenada, quien tomó el relevo fue Tomás López que llegaría a ostentar el título de geógrafo de los dominios de su Majestad.
López actuó como un cartógrafo de gabinete que, lejos de mediciones y alzamientos, fundamenta su obra en una ingente recopilación y cuidadoso análisis de mapas precedentes y de las descripciones, datos estadísticos y croquis enviados a Madrid a petición suya. En su debe están la falta de contenidos rigurosos. De hecho, el éxito de López demoró por más de un siglo la aparición de una cartografía seria y precisa como la que pudo derivar del plan de Jorge Juan. Empero, entre sus indiscutibles méritos figura el haber aportado un buen nivel de perfección técnica en el grabado e impresión y una gran pulcritud, armonía y elegancia en su copiosa producción que supera las doscientas cartas.
Dicho haber refrenda la opinión de que con Tomás López arranca la modernidad en la cartografía de las tierras valencianas, a las cuales representó por primera vez en 1762. En el titulado Mapa geográfico del Reyno de Valencia, de 1788, hecho a escala aproximada 1:400.000, reconoce la utilización de los alzamientos anteriores de Teixeira, Cassaus, Nolin, Inselin y Desnay así como de los escritos de diversos colaboradores, e incluye en el ángulo superior derecho una carta de la Particular contribución y Huerta de la ciudad de València, de 16 por 24 cm, que le remitió el regidor Vicent O. Danvila. Nuevas versiones de estos mapas se produjeron en 1810 y 1818, ambas a cargo de sus hijos y colaboradores, Juan y Tomás Mauricio.
En su obra Tomás López aboga por la práctica del norte en la parte superior, renunciando al mapa occidentado, y prescinde de la ornamentación barroca, aunque las montañas todavía las diseña en perspectiva y con criterio decorativo. La toponimia está ampliamente castellanizada y se recogen las demarcaciones internas del Reino, como los catorce corregimientos que entre Morella y Orihuela estableciera el conde de Floridablanca.
Muy en la línea de la cartografía europea del Siglo de las luces estuvo el brigadier Vicente Tofiño de San Miguel, cuya labor,centrada en las cartas náuticas y retomando, simbólicamente, la antorcha de la escuela mallorquina medieval, está apoyada en métodos geodésicos y astronómicos y brilla por su gran calidad científica.
En las postrimetrías del setecientos y en un contexto de efervescencia cartográfica se sitúa la obra del naturalista valenciano Antoni Joseph Cavanilles, quinta esencia del científico de la Ilustración, a quién se debe la autoría de un Mapa del Reyno de València que ha sido enjuiciado como el más minucioso y preciso de los mapas valencianos pretécnicos y el de mayor valor científico de la centuria. Grabado en cobre por Tomás López Enguídanos y con rotulación de José Asensio, a una escala aproximada 1:524.000 y de tamaño 70 por 41 cm, fue incorporado al primer tramo de sus famosas observaciones, la magistral obra geográfica que publicara en 1795-1797 después de explorar el territorio valenciano. Cavanilles plasmó en el mapa la información recabada en sus esforzados y fructuosos recorridos, que realizara entre 1791 y 1793, durante los cuales efectuó operaciones de triangulación con teodolito y determinó posiciones y distancias mediante cálculos astronómicos. Reconoce la influencia de la Carta Esférica de 1787, de Tofiño, lo cual explica la corrección con que traza el perímetro litoral, pero probablemente debió recurrir también a la carta de Tomás López de 1788 y a materiales de geógrafos y marinos franceses que cartografiaron nuestras tierras después del advenimiento de la dinastía borbónica. Además de la considerable perfección de la línea de costa, resultan muy logrados los trazados de las demarcaciones interiores, hasta el punto de mostrar la calidad del enclave del Rincón de Ademuz que hasta entonces figuraba adosado al antiguo Reino. Aunque todavía representa las montañas de perfil, el empleo de la técnica del sombreado que utilizara Orase B. de Saussure le permite alcanzar buenos resultados plásticos y, en suma, por primera vez el relieve valenciano se ajusta a la realidad, con sus sierras alineadas y agrupadas correctamente entre corredores bien diferenciados. Asimismo resulta significativa la jerarquización de las poblaciones y de los caminos y hay un particular respeto por la toponimia que casi siembre transcribe en sus genuinas formas valencianas.
En lo que a los mapas generales se refiere, el de Cavanilles resultó tan logrado que por espacio de medio siglo no llegó a ser aventajado y, en este sentido, el debido a Juan J. Carbonell en 1812 semeja una simple réplica y el firmado por Tomás López Enguídanos, de 1818, tampoco supera al del insigne naturalista.
De la abundante producción de mapas de ámbito más limitado y, sobre todo, de planos, datada entre el último tercio del siglo XVIII y comienzos del XIX, son de resaltar los concernientes a los temas de los regadíos, la Albufera, las ciudades y plazas fuertes, y las radas y puertos, entre otros.
MAPA DE POSTAS
- CAVANILLES AÑO 1975
- TOFIÑO 1786
Espinalt y García.
Año: 1804
Relación de Autores