Ciclo de conferencias cueva de altamira.
la consagración del arte paleolítico
La evolución de la cartografía está íntimamente ligada a la historia de las civilizaciones y al desarrollo del conocimiento.
Su objetivo ha sido siempre la representación del mundo conocido e imaginado. Desde que la razón humana tuvo conciencia del entorno en que habitaba, se afanó en representarlo, medirlo, entenderlo y dominarlo.
También durante el Paleolítico a través de pinturas y grabados sobre piedra, plasmaron de una manera muy sintética en sus cuevas vivencias, pensamientos y creencias que son reflejo del anhelo que siempre se ha tenido de dar sentido a la existencia y hallar su lugar en el universo. El mayor exponente de este arte rupestre se encuentra en Altamira.
La Cueva de Altamira, descubierta en 1879 por Marcelino Sanz de Sautuola, es uno de los paradigmas del arte rupestre paleolítico europeo. Es una obra maestra del arte universal y testimonio excepcional de una tradición cultural desaparecida, de un paisaje y de un conjunto tecnológico que ilustra, como pocos otros, un periodo significativo de la historia de la humanidad.
Altamira comenzó a ser documentada e investigada prácticamente en paralelo a su apertura a los visitantes en los inicios del siglo XX; y también entonces se iniciaron acciones para lo que, en ese momento, se entendía como su mejor preservación. Esta larga trayectoria incluye aciertos y errores que han sido y son determinantes para la gestión presente y futura de este bien tan singular como frágil.
No será hasta 1979, cuando se crea el Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, cuando podamos hablar de una adecuada gestión del sitio, que desembocará en su inscripción en la lista de Patrimonio Mundial de UNESCO en 1985. Desde entonces, será el Museo el encargado de documentar, investigar, conservar y difundir los valores de Altamira, alcanzando en los últimos años, tras la renovación del museo en 2001, una verdadera gestión integrada.
En estos 20 años, en cuanto a conservación, Altamira se ha convertido en uno de los referentes internacionales en la investigación para la conservación de los espacios kársticos subterráneos y del arte rupestre prehistórico. Los diferentes proyectos interdisciplinares desarrollados en colaboración con los principales órganos científicos del país han culminado en la generación de un Plan de Conservación Preventiva, herramienta que sistematiza los procesos de identificación, detección y control de los factores de deterioro y las acciones para su corrección, y que abre la posibilidad de compatibilizar la conservación de este patrimonio excepcional y único con el acceso público, por muy limitado y controlado que deba ser.
Como centro de investigación, la mejora de las infraestructuras y recursos que implicó la creación del nuevo museo permitió implementar la investigación de la Cueva de Altamira desde la multidisciplinariedad y el trabajo en red, primando a su vez, la socialización del nuevo conocimiento generado. Así el museo, por su parte, se ha convertido progresivamente en un medio para la divulgación no solo del propio patrimonio multidimensional de Altamira, sino, por extensión, del arte rupestre en general.
A lo largo de sus salas y corredores aparecen múltiples manifestaciones artísticas, sobre todo en la sala contigua al vestíbulo, donde se halla el famoso techo polícromo. En él se extienden figuras de bisontes que aprovechan salientes rocosos del techo para adquirir relieve escultórico, además de caballos y ciervas, como la gran cierva de 2,20 m de longitud, o incluso signos y figuras humanas. Todo ello forma un soberbio mural paleolítico, con una concentración de representaciones pintadas y grabadas de espléndida calidad artística.
Hoy en día, es el Museo y su principal propuesta, la exposición permanente “Los tiempos de Altamira”, que incluye la reproducción tridimensional de la cueva, la Neocueva, es que cumple con la misión de facilitar el acceso al conocimiento y al disfrute cultural de Altamira a un gran número de visitantes que, año tras año, acuden a visitar el Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira.
Solo cabe seguir en esta línea para garantizar el mejor futuro para la Cueva de Altamira y cumplir así con el mandato de la Convención de Patrimonio Mundial de UNESCO de transmitirlo a las generaciones futuras.
Pilar Fatás Monforte
Directora del Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira (Ministerio de Cultura y Deporte)