A lo largo de los siglos XVI y XVII, los Países Bajos fueron el principal centro cartográfico del mundo. Allí confluían navegantes, geógrafos, y comerciantes, lo que permitía acceder a una rica información de todos los lugares del mundo. Todo ello posibilitó una serie de innovaciones científicas tanto en el levantamiento topográfico como en la impresión.
Amberes y más tarde, Ámsterdam centralizaron la impresión y la edición de atlas, globos, cartas marinas y mapas murales. Ambas ciudades se llenaron de talleres donde los mejores grabadores de la época actualizaban constantemente los mapas existentes a partir de las informaciones que les llegaban desde todos los confines. La exquisita realización de planchas calcográficas y unas técnicas de comercialización muy eficaces explican el éxito de una escuela en la que se incluyen autores tan renombrados como Ortelius, Mercator, Lucas Waghenaer o Petrus Plancius, y familias de editores como las de Blaew, Hondius o Hondius o Janssonius.
A lo largo de los siglos XVI y XVII, los Países Bajos fueron el principal centro cartográfico del mundo. Allí confluían navegantes, geógrafos, y comerciantes, lo que permitía acceder a una rica información de todos los lugares del mundo. Todo ello posibilitó una serie de innovaciones científicas tanto en el levantamiento topográfico como en la impresión.
Amberes y más tarde, Ámsterdam centralizaron la impresión y la edición de atlas, globos, cartas marinas y mapas murales. Ambas ciudades se llenaron de talleres donde los mejores grabadores de la época actualizaban constantemente los mapas existentes a partir de las informaciones que les llegaban desde todos los confines. La exquisita realización de planchas calcográficas y unas técnicas de comercialización muy eficaces explican el éxito de una escuela en la que se incluyen autores tan renombrados como Ortelius, Mercator, Lucas Waghenaer o Petrus Plancius, y familias de editores como las de Blaew, Hondius o Hondius o Janssonius.
En España durante los siglos XVI y XVII hay una escasa demanda de productos cartográficos. Es de los productos extranjeros que traducían al castellano en Venecia, Flandes y posteriormente París, de los que nos abastecíamos.
Las circunstancias de la época son el monopolio oficial del comercio con las Indias, donde la cartografía necesaria la proporcionaba la Casa de Contratación y por tanto, los cartógrafos más notables se desplazaron a América, y por otra parte, el hecho de que los Países Bajos perteneciesen a la monarquía, les hacía considerar que poseían producción cartógrafica, sin embargo sí hubo algunos autores españoles destacados pero sin la infraestructura necesaria para editar sus obras, lo que supieron aprovechar tanto Oertel como Blaeu.
Es en la segunda mitad del siglo XVIII cuando aparece una activa publicación cartográfica protagonizada por Tomás López.
La fama de los grandes editores Hondius, Jansson y Blaeu trajo consigo la colaboración de profesionales muy diversos.
Aparece a su vez un grupo de cartógrafos menores que centraban su esfuerzo en la parte ornamental de sus obras, ya que carecían de medios para actualizar la información geográfica que plasmaban en sus mapas. Este grupo de cartógrafos subsistía en la industria editora gracias a la gran demanda de Atlas y mapas de viajes.
Un ejemplo lo constituye el taller de la familia Visscher. El iniciador de la actividad cartográfica fue Nicolás I (1587-1652), continuando con Nicolás II, su hijo (1618-1679), y su nieto Nicolás III (1649-1702). Había sido aprendiz de Hondius, y responsable de la parte ornamental de esta casa editora.